Bienvenidos de nuevo.
En alusión al anterior post, y
por un “altercado” ocurrido en la cocina de mi empresa en la que me han
destrozado el final de un programa televisivo, creo que no es justo hacer lo
mismo y narrar o resumir, como si del el mítico Rincón del Vago se tratara, el
libro del que hablo, como ya sabéis, El club Dumas, pero si voy a destacar un
par de detalles que me parecen fantásticos y que su originalidad merecen ser
tratadas. A pesar de todo, lo considero spoilers, por lo que, cuidado, quien se
adentra en la oscuridad termina encontrando iluminación.
La novela dejar trabajar nuestra
imaginación en todos los sentidos, pero algo que podemos encontrar (y que
personalmente, me chifla) a lo largo las páginas de El club Dumas son las ilustraciones, a cargo de Francisco Solé. El texto de invocación
satánica que Corso debe contiene ciertos grabados que, bien interpretados, abrirán
la puerta La novena puerta, nunca mejor dicho, al conocimiento, a Lucifer. Creo
que mi cabeza sería capaz de formar una imagen cercana a la descripción de
dichos grabados, pero doy las gracias a quien tuvo la idea de incorporarlas en
la propia novela.
Estas ilustraciones son similares
a algunas cartas del tarot, y lo he comprobado leyendo otros post sobre este
libro, pero esto no me interesa. Lo que he agradecido ha sido encontrarme los
dibujos, logran influenciarte, consiguen que te introduzcas más en la historia,
yo mismo me convertí en un Lucas Corsito
tratando de interpretarlas, creyendo que algún secreto oculto me sobrevendría.
Y si por si fuera poco aprender
un poco de Historia de Alejandro Dumas y disfrutar con los grabados imaginados
por el autor, otro punto que me resulta magistral lo consiguen dos personajes,
unos hermanos, los Ceniza.
El capítulo del que forman parte
es maravilloso. Estos restauradores explican, y dan pistas sin querer (ahora,
lector, te estoy haciendo un “guiño” que entenderás si lees el libro), de cómo
falsificar un libro, las pautas, tipografías, estilos, formatos… todo. Es
cierto que no he tenido tiempo de investigar si lo que Pérez Reverte describe
es real, cosa más que probable conociendo al investigador complejo y empedernido
que lleva dentro, pero da igual, son datos y más datos expuestos como si tal
cosa, uno detrás de otro sin que puedas dejar de leer, casi ni respirar,
absorbiendo como una esponja sedienta. Y los detalles de la firma del
ilustrador a pie de página en cada lámina que le revelan los hermanos (otro “guiño”),
ayudan a resolver una ecuación magnífica de tres variables para resolver poco a
poco el misterio del libro (doy un último “guiño” que me provoca escozor en el
párpado).
Sin con esto no he conseguido que
tengáis ganas de leer El Club Dumas, quizá sea un post estéril, copiando las
palabras al maestro. “Si no puedes mejorar lo que dijo, róbaselo”, escuché una
vez. Os dejo la entrevista que le realizaron para que toméis nota: http://elpais.com/diario/2008/12/06/babelia/1228524611_850215.html
A mí, desde luego, este libro me
ha hecho comprarme otros, leer otros, y tener ganas de más, y cometer alguna
locura, como empezar este blog, por lo que, algo debe tener.
Ya que le gustan tanto las ilustraciones, quizá sería justo, mencionar al menos el nombre de su autor: Francisco Solé, que soy yo.
ResponderEliminarPerdóneme, tenía abandonado este blog. Tiene toda la razón,
Eliminarun saludo
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